jueves, 21 de abril de 2011

Sigo sin poder vivir sin ti.

Siempre he esperado demasiado de la gente, quizás sea ese el motivo por el que hoy estoy aquí y tú allí. Siempre me advertías lo mismo aunque nunca te hice caso, no quería darme cuenta... Hasta que al fin, escogiste el método más efectivo, aunque también era el más duro con diferencia; irte. Sí, te fuiste, así sin más, de la noche a la mañana, tú, la persona en quien más confiaba y he confiado nunca. 
Y así me demostraste que la única persona en quien puedo confiar soy yo misma.
Podría decirse que me tiraste al fondo de un oscuro pozo, que lo dicen, obligándome a valerme únicamente de mis manos y mi enormemente grande torpeza para salir de ese pozo. Es muy duro salir solo de algo así cuando una semana antes tenías a alguien detrás apoyándote y cuidando de ti. Y lo más doloroso de todo aquello era no ver el final, no ver nunca cuando terminaría esa situación, ni una mano que pudiera llegar a sacarme y ayudarme a subir. Hubo veces en las que preferí abandonar y dejarme caer hacia el abismo y casi lo llego ha hacer pero no lo hice.
Me di cuenta de que, cuando estás abajo lo único que puedes hacer es subir. Lo hice más que nada por ti y, bueno, por mi también. Sí, por ti, porque me aferraba a la idea de que pronto te arrepentirías y volverías y que te encantaría verme feliz ya fuera del pozo, que lo que teníamos era tan fuerte que nada ni nadie podría terminar con ello. Pero me empecé a cansar de esperarte, de recibir un golpe tras otro, sentada en un saliente al borde del precipicio. Pero conseguí salir de él o, por lo menos, eso me gusta pensar. 
Hoy, desde aquí me acuerdo de ti, día tras días, y de esas miles de promesas que un día me hiciste, de esas palabras que llegaban al alma, esos cumplidos que me empeñaba en no creer, del tiempo en que compartíamos un solo corazón, con los mismos latidos, nuestras noches, nuestras tardes,... Y, por primera vez en mi vida, te digo que no puedo vivir sin ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario